viernes, 19 de diciembre de 2008

Contra la violencia de género.

Hoy me acuesto con la noticia de un asesinato más, una vida más truncada por el "mia o de nadie", otro hombre más que se creía con el derecho de acabar con la vida de una mujer. Muchas veces me pregunto qué tendrá él en su DNI que le haga distinto a mi, que le permita decidir en qué momento acabar con una vida.

La violencia machista es una lacra que nos afecta a toda la sociedad, hombres y mujeres y por desgracia también a todas las edades. Son muchas, demasiadas, las mujeres jóvenes que mueren a manos de sus también jóvenes parejas.


¿Qué nos está pasando? ¿Dónde buscamos el error para poder solventarlo? Yo veo varios frentes. En primer lugar la Educación (que de tan capa caída anda con el tema de la privatización cómo para pedirla más a ella y a sus profesionales). La educación en los valores del respeto y de la igualdad, de la coeduacación, del lenguaje no sexista (como forma de machismo, recordad que "de lo que no se habla no existe") son temas que deben estar presentes en la escuela y en casa.


Pero no debemos olvidar la responsabilidad que les compete a nuestros políticos y políticas, muchas son las leyes que sobre este tema se han anunciado a los cuatro vientos, pero por desgracia escasos los resultados que han obtenido. Hay leyes que se pueden permitir tener un tiempo de prueba en el que poder matizarlas, las que, como esta, tienen la vida de tantas mujeres en sus manos no pueden ni deben tener ese privilegio.


Hay quienes culpan a las muejeres víctimas de malos tratos de no denunciar, de seguir conviviendo con el maltratador, de aguantar, de callar... Yo creo que bastante tienen con sufrir ese infierno como para que encima la sociedad nos creamos con el derecho de juzgarlas, no es a ellas a quienes debemos sentar en el banquillo de los acusados. Así que desde aquí mi aplauso, reconocimiento y admiración a quienes se arman de valor y denuncian y mi apoyo mas sincero a quienes hoy sufren malos tratos y no se atreven a levantar la voz, para que sean capaces de hacerlo.


No quiero acostumbrarme a desayunar o a acostarme con la noticia de una mujer más asesinada, como si sólo fuera eso, una mas. Cada una de ellas es una vida, una familia, un trocito de cada una de nosotras, una parcela de la humanidad que estamos perdiendo.



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